Las veces
Esperanza López Parada
Pre-Textos. Valencia, 2014
92 páginas. 16 euros
Dice Adam Zagajewski que, frente a las
fuerzas del caos, la poesía las ordena momentáneamente y nunca para siempre, por
eso es como un duelo que no tiene fin. Para preservar ese orden surge Las veces, la asoladora belleza del impresionante
y conmovedor libro que Esperanza López Parada escribe a partir de la muerte de
su madre. Ni elegía, ni retrato, ni recuento biográfico, menos una terapia
contra el dolor o una confesión sentimental, es fruto de la necesidad de hacer presente
en el poema esa figura materna ya ida. Surge de una deuda y un deber de
escritura, es la anamnesis de una memoria reflexiva que “ilumine sin brasa / la
casa de las pérdidas”, un drenaje de la materia vivida que opera en las palabras
del poema: “no hay horizonte / hay este volver y rondar” con el que “iluminamos
una hoguera íntima”. La muerte hace posible este libro, pero como explica
Valente, el lector no debe buscar una explicación en la experiencia exterior
que da lugar al poema, porque esa experiencia no existe más que en el poema y
no fuera de él. Es un lugar de enunciación, el lenguaje es el protagonista,
hace “las veces” de una reparación de lo perdido, pues sólo la palabra puede
desandar ese camino que lleva a la muerte, signo y medio, como diría Spinoza, de
una “continuación de la existencia” del tiempo vivido: “La memoria es un órgano
/ frágil que sólo vive hacia delante”.
Este libro domestica la muerte a través
de un proceso de objetivación, y eso sólo puede hacerlo la lengua, ese lugar de
habla que hace del poema un lugar de conciencia: “las madres enseñaban / a
leer, abrían la vida y su despojo”. Nos enseña que el “Fruto del vientre / de
la madre /es este conocer final”, pues “Sin la madre / nada se sabría de la
muerte”. Un saber distanciado que, liberado de la pena, está al cabo de que la
muerte es “la que, ajena / a su propio movimiento, enseña a mirar”, es la madre
muerta la que “alcanza a ver su mismo revelarse / si ella se convierte en ojo
que mira”. Como afirma Tamara Kamenszain a propósito de ‘Si me puedes mirar’,
el poema que Olga Orozco dedicó a su madre, es el hilo infinito de la lengua
materna que acompaña al sujeto en su descenso hacia sí mismo, ganando así un
modo de nombrar la muerte. El poema se convierte en refugio de la palabra
verdadera para, una y otra vez, llegar “hasta el punto donde / la lengua ha de
aprenderse / desde el principio”. Y escuchar la muerte así, “como quien oye un
pájaro”.
"Las veces" de Esperanza López Parada, reseña publicada en Babelia - El País, el sábado 21 de marzo.
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