Los
trinos que se extinguen
María Polydouri
Edición bilingüe de Juan Manuel Macías
Madrid. Vaso Roto, 2013
153 páginas. 14 euros

La llamada “generación perdida” es un
grupo de escritores y poetas griegos marcados por destinos trágicos y muertes
prematuras, y señalada por el desencanto que vive Grecia tras la Gran Guerra y
la Catástrofe de Asia Menor (fruto de la guerra greco-turca de principios del
siglo XX que desplazó a un millón y medio de griegos), uno de los
acontecimientos históricos considerado por muchos como el más triste de la
moderna historia del país. Kostas Karyotakis, su figura más representativa
-poeta urbano y pesimista, cínico y burlón, y uno de los precursores de la
modernidad poética griega- se suicidó en 1928. María Polydouri (Kalamata,
1902-Atenas, 1930) aparece ligada a Karyotakis, con quien mantuvo una corta
pero intensa relación, tanto por lazos sentimentales, como por circunstancias
parecidas de vida trágica y atormentada: rota la relación que les unía, intenta
una nueva vida en París, pero enferma de tuberculosis, vuelve a Atenas el mismo
año de la muerte de su amor imposible. A causa de su enfermedad, y quizás
ayudada por la morfina, muere a los 28 años, dando comienzo así a su leyenda:
“Moriré una mañanita triste como mi vida”. Publicó dos libros fruto de su
estancia en el sanatorio de Sotiría: "Los trinos que se extinguen" (1928),
por primera vez traducido al castellano, en ejemplar edición de Juan Manuel Macías;
y "El eco en el caos" (1929). Hay quien considera su trabajo una versión menor de
la poesía de Karyotakis, y quien la cree autora de los más hermosos poemas de
amor de la poesía griega. El amor, la belleza, la muerte y la naturaleza son
parte esencial de su escritura, pero más allá de la emoción apasionada, sus
poemas muestran una identidad en crisis: las dudas y preguntas sin respuesta,
la fugacidad y la fatalidad, esa difícil adecuación de conocimiento y felicidad
que es fuente de desesperación: “Y soy la vida, y soy el caos, y nada espero de
la suerte bufa”. Su gran sed vital no puede sino enfrentarse a la ansiedad de
que la vida no sea más que una ilusión: “Sólo porque me quisiste yo he nacido,
/ por eso sólo se me concedió la vida”. La muerte es entonces, como definitiva
forma de ausencia y pérdida, el principio de autoridad de su escritura: “Mi
último aliento vendrá a decírtelo, y entonces / todo el amor que te queda será
como un candil difuso, / pobre memoria en el olvido de mi tumba”. Por encima del
brillo o la contundencia de su estilo, lo que impresiona en estos poemas es,
como “el graznido de un pájaro salvaje”, la expresión trágica de la herida
profunda del ser humano. Un gran libro en una envidiable edición, por la que
recientemente Juan Manuel Macías ha recibido, de la Sociedad Griega de
Traductores, el premio a la mejor traducción en español.
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