Mirada
adentro
Li-Young Lee
Traducción de Enrique Servín
Vaso Roto. Madrid, 2012
Por
primera vez traducido al español, Li-Young Lee (Yakarta, 1957) une a su
sensibilidad, que le ha hecho ser uno de los poetas más populares de
Norteamérica, una fascinante historia personal: su abuelo materno fue, antes de
la revolución cultural, el primer presidente de la República China; su padre,
médico personal de Mao Zedong, se exilió en Indonesia, donde Lee nació, y bajo
la dictadura de Sukarno fue encarcelado por razones políticas. Cuando fue
liberado la familia comenzó un nuevo exilio que les llevaría a pasar por Macao,
Japón o Hong Kong, hasta que en 1964 se instalan en los Estados Unidos, donde
el padre, predicador evangélico, se hizo ministro de una pequeña iglesia en
Pensilvania. En el poema titulado “Autoayuda para refugiados” se rememoran
estos hechos, y a la vez que se reflexiona sobre el sufrimiento de las víctimas
de abusos políticos, se ofrecen algunas instrucciones para hacer frente al reto
de ser inmigrante y “soportar el peso de su propia nostalgia o esperanza”. Lee
habita en eso que Walter D. Mignolo llama un “territorio de frontera”, un
no-lugar entre el dentro y el afuera, entre la presencia y la ausencia, entre
la tierra de los vivos y el reino de los muertos. Su lenguaje se abre así a lo
que no puede ser dicho, y sus poemas fluyen entre el mundo físico y el espacio
de la memoria, entre el sueño y la imaginación, mostrando el ritmo inquieto de
nuestras mentes en un mundo en el que “Las sombras de las aves sobre la página
/ casi nos cuentan una historia”. El lenguaje directo y mágico de sus
narraciones simples (excelente la versión de Enrique Servín) enuncian potentes ideas
sobre la experiencia, el pasado, la memoria, la infancia, la pérdida, la
incertidumbre, la duda, el sueño, el amor y la muerte: “Entonces recordarás tu
vida / como un libro hecho de velas, / cada página leída a la luz de su propio
consumirse”. Mecido por un mar de fondo, el lector se mueve entre la oscuridad
y la luz, el pasado y el presente, el silencio y el diálogo, y “confundido con
el alma y la carne”, viviendo “entre el o y el acaso, entre el ambos
y el ninguno”, accederá a un mundo líquido que brilla en la unión de los
opuestos: “lo que te mantuvo vivo / por todos estos años te ha impedido vivir”.
La vida es frágil y todo tiene un final, pero Lee nos recuerda que siempre hay
un nuevo comienzo (“¿Me quieres?, pregunta / Te quiero, //
contesta, y el mundo sigue recomenzando”), que simplemente hay que ser y hay
que vivir, y que la poesía puede ser una forma de encontrar sentido a nuestra
existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario