miércoles, 9 de julio de 2014

EL PESO DE LA VIDA

Mirada adentro
Li-Young Lee
Traducción de Enrique Servín
Vaso Roto. Madrid, 2012
177 páginas. 22 euros



Por primera vez traducido al español, Li-Young Lee (Yakarta, 1957) une a su sensibilidad, que le ha hecho ser uno de los poetas más populares de Norteamérica, una fascinante historia personal: su abuelo materno fue, antes de la revolución cultural, el primer presidente de la República China; su padre, médico personal de Mao Zedong, se exilió en Indonesia, donde Lee nació, y bajo la dictadura de Sukarno fue encarcelado por razones políticas. Cuando fue liberado la familia comenzó un nuevo exilio que les llevaría a pasar por Macao, Japón o Hong Kong, hasta que en 1964 se instalan en los Estados Unidos, donde el padre, predicador evangélico, se hizo ministro de una pequeña iglesia en Pensilvania. En el poema titulado “Autoayuda para refugiados” se rememoran estos hechos, y a la vez que se reflexiona sobre el sufrimiento de las víctimas de abusos políticos, se ofrecen algunas instrucciones para hacer frente al reto de ser inmigrante y “soportar el peso de su propia nostalgia o esperanza”. Lee habita en eso que Walter D. Mignolo llama un “territorio de frontera”, un no-lugar entre el dentro y el afuera, entre la presencia y la ausencia, entre la tierra de los vivos y el reino de los muertos. Su lenguaje se abre así a lo que no puede ser dicho, y sus poemas fluyen entre el mundo físico y el espacio de la memoria, entre el sueño y la imaginación, mostrando el ritmo inquieto de nuestras mentes en un mundo en el que “Las sombras de las aves sobre la página / casi nos cuentan una historia”. El lenguaje directo y mágico de sus narraciones simples (excelente la versión de Enrique Servín) enuncian potentes ideas sobre la experiencia, el pasado, la memoria, la infancia, la pérdida, la incertidumbre, la duda, el sueño, el amor y la muerte: “Entonces recordarás tu vida / como un libro hecho de velas, / cada página leída a la luz de su propio consumirse”. Mecido por un mar de fondo, el lector se mueve entre la oscuridad y la luz, el pasado y el presente, el silencio y el diálogo, y “confundido con el alma y la carne”, viviendo “entre el o y el acaso, entre el ambos y el ninguno”, accederá a un mundo líquido que brilla en la unión de los opuestos: “lo que te mantuvo vivo / por todos estos años te ha impedido vivir”. La vida es frágil y todo tiene un final, pero Lee nos recuerda que siempre hay un nuevo comienzo (“¿Me quieres?, pregunta / Te quiero, // contesta, y el mundo sigue recomenzando”), que simplemente hay que ser y hay que vivir, y que la poesía puede ser una forma de encontrar sentido a nuestra existencia.

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